Jueves 01 de junio de 2023
Posiblemente este iba a ser nuestro último campamento así que era hora de utilizar los huevos que veníamos transportando hacía muchos kilómetros y hacer el desayuno típico de nuestras travesías: los huevos revueltos con panceta (esta vez sin panceta pero con trozos de pata de jabalí ahumado que nos habían obsequiado en Bajada del Diablo). Demás está decir que con el frío que hacía fue una opción excelente para arrancar el día, aunque no hay fotos del plato terminado, ya que nos lo devoramos antes.
Acomodamos todo y dejamos el lugar tal cual lo encontramos para seguir preservando este remoto emplazamiento y encaramos la parte más alta de la huella que cruza la Sierra Mesa, que recordamos tenía sus dificultades y sus bellezas también.
Nos dirigíamos a la estancia La Vuelta, también abandonada,al pie de la sierra pero en su lado oeste, sobre el Guadal Grande. La huella no había sido pisada por nadie desde nuestra incursión anterior y el establecimiento parecía que tampoco había sido visitado.
No sin dificultad pudimos sortear el humilde casco de La Vuelta ya que al atravesar la tranquera de salida, la huella estaba tan socavada que debimos buscar otra alternativa para salir. Un alambrado caído a unos metros nos facilitó el escape sin tener que trabajar mucho.
El paisaje se iba suavizando y nos fuimos internando en los bajos terrenos del Guadal Grande, donde no teníamos muy claro por donde íbamos a salir, aunque sabíamos que reintentaríamos antes conocer el curioso y esquivo Club Sudafricano, al cual la vez pasada no pudimos acceder debido a un candado. En una de esas, esta vez estaba abierto…
¿Por qué nos interesaba el Club Sudafricano? Simplemente porque nos llamó la atención su nombre en el viejo mapa del IGM que les mostré más arriba.
Y así ocurrió. Nunca hay que dar algo por perdido.
Llegamos a la prolija tranquera de caños, el candado no estaba puesto y raudamente nos dirigimos a descifrar el enigma.
Además, si la tranquera estaba sin candado, era probable que hubiera alguien con quien consultar para decidir cómo salir del Guadal Grande, en lo posible hacia Sarmiento, así de pasada visitábamos aunque sea de costado, el extinto lago Colhué Huapi. Teníamos que estar seguros de la salida porque si había que recular y salir por el norte no nos iba a alcanzar el combustible. Estábamos jugados y había que calcular la bien la jugada.
Encontramos el bendito Club Sudafricano pero no había ni un alma aunque se veía bastante bien conservado. Claramente no era un típico establecimiento ganadero ya que no había corrales, ni galpones de esquila ni nada que tuviera que ver con la producción. Esto era otra cosa.
Había un galpón mediano, bien construido, con piso de cemento, en cuyo interior había vestigios de ser un salón de baile (¿?), varias casillas, algunas en condiciones y otras semi derrumbadas como si fueran un refugio temporal, una pista para carreras de cuadreras (¿?) y una red de alumbrado público (¿?).
Claramente podía ser un club deportivo pero ahí, ¿en ese ese apartado lugar?
Íbamos a tener que averiguar a nuestro regreso de que se trataba esto, sin duda relacionado con el origen bóer de los viejos pobladores de la zona
Al no poder consultar a nadie por la forma de salir hacia el sur (los tracks los teníamos pero no sabíamos de imprevistas tranqueras con candado), optamos por usar lo conocido es decir dirigirnos al norte y salir por las estancias Manantial Grande y Tres Manantiales hacia la RP24 y de allí a Paso de Indios.
No parecía que el Guadal Grande estuviera flojo como para encajarnos, a lo menos si seguíamos la huella marcada. Consideramos la posibilidad de cruzarlo de este a oeste, sin huella pero de nuevo el combustible nos hizo ser prudentes por si debíamos retroceder. La huella hacia el norte estaba bien marcada y si bien en algunos sectores estaba húmedo nunca corrimos riesgo de encajarnos.
Como curiosidad, les cuento que la zona sureste del Guadal Grande fue usada hace tiempo como campo de tiro de la Fuerza Aérea, aunque creo que ahora lo han dejado de lado.
Al final del Guadal Grande pasamos por el establecimiento Manantial Grande y esta vez encontramos a sus pobladores: son integrantes de la familia Dickason, una de las más viejas de la zona.
Allí nos enteramos de lo que era el Club Sudafricano («El Sport» lo llamaban ellos). En ese sitio se juntaban las familias bóer por tres días para confraternizar y divertirse una vez al año para rememorar el aniversario de su llegada al país, allá por el 1902.
Era una forma de mantener vivas sus costumbres, entre ellas el idioma «afrikáans», que lo siguen hablando incluso en forma más pura que en la lejana Sudáfrica.
Les resumo muy sintéticamente algo respecto a la extraña presencia de sudafricanos blancos en estos remotos lugares patagónicos.
Los bóers son descendientes de holandeses que colonizaron, allá por el siglo XVII, el actual territorio de Sudáfrica. En general se dedicaban a actividades agrícola-ganaderas hasta que hacia fines del siglo XIX se descubrieron yacimientos de oro y piedras preciosas lo que puso el foco de los ingleses en la zona, quienes después de varios intentos muy cruentos lograron doblegar a los bóers, que se resistieron valientemente hasta que sucumbieron ante el poderío inglés.
Sin posibilidades de progresar y perseguidos por los británicos que los diezmaron, muchos de ellos emigraron y un gran número vinieron a la Argentina, donde el gobierno del General Roca les aseguró tierras para que se establezcan. Llegaron a Comodoro Rivadavia en junio de 1902 y se trasladaron al interior del Chubut, donde se distribuyeron por toda la meseta central y lentamente se integraron la comunidad local pero conservando fuertemente sus tradiciones, entre ellas el idioma.
Les acerco también el trailer de una muy linda película (Los Boers en el fin del mundo), que desafortunadamente es de pago, pero realmente la recomiendo si a alguien le interesa el tema. Dos de los personajes son los que conocimos en Manantial Grande.
Un almanaque viejo que nos permitieron fotografiar los Dickason, con semblanzas de la historia bóer en la Patagonia:
Desde allí pasamos por Tres Manantiales a visitar a nuestro amigo Nicolás Myburgh, quien nos facilitó la llave de una tranquera para salir en forma directa a la RP24 en lugar de salir cruzando otra vez la meseta de Canquel.
Todo fue bien hasta poco antes de entrar a la RP24, donde el embrague de la Cherokee de Eduardo no quiso más. Pese a la complicación, nos la ingeniamos para continuar igual, arrancando con el burro de arranque y con la pericia de Eduardo para pasar cambios sin embrague. Sólo paramos a repostar combustible en Paso de Indios y luego a cenar y a dormir de nuevo en el Viejo Hotel de Las Plumas, donde nos volvieron a atender como reyes.
Al día siguiente, después de un intento fallido de reparación en Trelew, decidimos seguir así como estábamos hasta Buenos Aires. En La Adela se separaron Pablo y Matías <mientras que Elsa y yo los seguimos acompañado a Eduardo y Darío esquivando lugares de tráfico intenso, motivo por el cual volvimos pasando por Macachín (donde paramos a dormir), Bolívar y Saladillo. Recién lo dejamos solo en Cañuelas, donde ya estaba a tiro que una plancha de remolque lo pudiera arrimar a su casa sin renegar con el tránsito y los semáforos.
Así los Canqueleros terminamos nuestra hermosa EXPEDICION CANQUEL 2023