01 de octubre de 2024

<< VENIAMOS DE ACÁ

Nos levantamos temprano porque podríamos tener un largo día con complicaciones (lo que se cumplió) y entonces 8:30 estuvimos en orden de marcha. Esperábamos encontrar algo de barro en la RP93 porque la playa de la estación de servicio apareció toda encharcada y esa podría ser la primera dificultad.

Siguiendo un tramo de la RN3 hacia el sur, tal como lo señalaba el GPS, tomamos la RP93 a través de una tranquera, la primera de muchas por abrir.

Aunque había llovido unos 30 kilómetros al norte durante la noche, aquí solo quedaban rastros de una ligera garúa nocturna, lo que dejaba nuestras huellas como las únicas visibles. Por lo menos, sabíamos que éramos los primeros en pasar ese día.

El primer tramo discurre por una extensión muy plana llamada Pampa del Tongoril y luego comienza a internarse por cañadones donde se encuentran cascos de estancias, a reparo del viento que aquí es amo y señor.

Cruzamos varios de ellos pero a medida que avanzábamos la calidad de la ruta se iba degradando hasta convertirse en una sendero precario y muy poco transitado, atravesado por cauces temporarios que lo deterioran permanentemente.

Esta ruta rara vez es transitada por turistas comunes, ya que representa el trayecto más extenso e incierto hacia el Bosque Petrificado de Jaramillo; su uso principal es para llegar a las estancias y, anteriormente, fue muy frecuentada durante la construcción de la línea eléctrica de 500 kV, como lo demuestran los caminos secundarios que aún se observan para llegar a cada torre, como viejas cicatrices que tardan en cerrar.

Casi llegando a la RP49, un cauce de rio seco algo más poderoso la había destrozado y tuvimos que ingeniárnosla para atravesarlo, pero nada del otro mundo. Los paisajes empiezan a convertirse en alucinantes

Ya en la RP49b, acceso natural al Bosque Petrificado de Jaramillo, nos encontramos con una perfecta ruta ripiada hasta el lugar donde están los guardaparques, en el acceso al gran Bajo Grande, cementerio de los enormes troncos convertidos en piedra.

Por supuesto, nos detuvimos a conversar con el guardaparque, que nos dio la charla introductoria y después fuimos a recorrer a pie el sendero que te conduce a los grandes troncos.

Adriana y yo ya lo conocíamos desde el 2006 pero siempre está bueno volver a ver estas cosas. Demás está decir que es una muy extraña situación pensar que en esta zona hubo un bosque tropical pero las pruebas son innegables.

Hay que tener en cuenta que sólo se puede acceder a esta ventanita del sendero pero que el área protegida es muy extensa y de momento es intangible. Según el guardaparque hay lugares donde se pueden encontrar hasta hojas petrificadas.

Otra vez se presenta la paradoja de vedar el acceso a todos para cuidarlo para las generaciones futuras que tampoco lo van a poder ver según este particular criterio conservacionista.

Toda esta gran depresión, el bajo de la Laguna Grande, que de vez en cuando se inunda, está dominado por el curioso cerro Madre e Hija, que hace las veces de guardián de la zona.

Continuamos por la RP49b hacia el oeste con el objeto de salir a la RP12 pero a partir de aquí, si bien no es mala, no tiene el cuidado y mantenimiento del tramo entre la RN3 y el parque. Realmente esperábamos algo mucho más áspero, ya que recordaba haber visto un cartel en la RP12 donde alertaba la peligrosidad del camino por curvas y fuertes pendientes además de la recomendación «SOLO 4×4». Nada que ver, cualquier vehículo alto lo puede transitar, con precauciones normales.

Se trata de un típico camino secundario patagónico que primero asciende hasta salir del bajo, proporcionando una hermosa vista del parque hacia el este y luego transita entre pequeñas pampas y cañadones accediendo a distintas estancias, mientras manadas de guanacos se te cruzan permanentemente.

Llegamos a la RP12 completando el tramo b de la RP49; ahora subimos unos kilómetros hacia el norte con el objetivo de encarar el desconocido tramo c de la RP49 y de ese modo unir la RP12 con la RP39.

Este tramo de 138 km no está en los mapas de la AVP aunque figura en el nomenclador vial con 74 km sin abrir. Por supuesto la revisamos en las satelitales y la huella era visible en todo su recorrido y atravesaba zonas muy interesantes con foco en la meseta EL Pedrero; lo que no pudimos determinar es si las tranqueras tendrían candados y en que estado se encontraría después del crudo invierno de 2024 con sus pesadas nevadas y posterior deshielo. Pero, como buenos exploradores que somos, la íbamos a intentar.

En el arranque en la intersección de la RP12 y la 49c, sobre la casi fracasamos sin recorrer un solo metro: una tranquera con candado impedía el paso pero lo que había después era una ruta recién construida, bien enripiada y hasta con guardarraíles: raro.

A simple vista, a unos 1000 metros se veía la estancia La Huella y Claudio y yo pateamos hasta allí para ver que onda: No había nadie, ni perros aunque no lucía abandonada del todo.

Casi rendidos, se nos ocurrió recorrer los alambrados sobre la RP12 y unos cientos de metros al sur ,encontramos una huella que permitía esquivar la tranquera sin romper nada.

Tal vez no era la mejor decisión teniendo por delante 138 km pero las ganas pudieron más y pisamos el inicio de la RP49c obviando la tranquera.

Los primeros diez kilómetros, como ya les expresé eran los de un ruta moderna recién abierta en excelentes condiciones pero paulatinamente se fue degradando a una huella de un solo carril, casi sin tránsito. Lo bueno era que se sucedieron multitud de tranqueras sin candado, lo que nos volvió optimistas respecto al futuro.

Lenta pero firmemente nos íbamos adentrando en geografías cada vez más interesantes y cambiantes ya que el precario sendero se desarrollaba zigzagueante por cañadones esquivando pequeñas montañas de formas llamativas.

El plan era avanzar hasta un rato antes de anochecer y acampar en algún lugar remoto en el medio de la nada porque a ese ritmo no íbamos poder llegar a Bajo Caracoles ó Lago Posadas. Se preveía una noche de campamento con algunos grados bajo cero pero veníamos preparados.

Pero sucedió lo inesperado: después de casi 60 km, casi la mitad del recorrido, una tranquera con candado y una alambrado sin posibilidad de cruzarlo nos cortó la ilusión. Teníamos marcada en el mapa la estancia Cerro Argentino a unos 5 km más adelante pero siendo las 17:30, no era viable hacer esa caminata con resultado incierto.

¡Cómo extrañamos no haber llevado una bicicleta para poder hacer el intento!

Con la cola entre las patas, tuvimos que abortar el intento justo donde la huella prometía lugares impactantes. Pusimos en marcha el plan B que era retomar la RP12 hasta Pico Truncado y de allí la RP43 hasta Perito Moreno.

Esto, si bien era más aburrido y cansador, no alteraba los planes del día siguiente, que eran llegarnos hasta Lago Posadas vía Paso Roballos. Por otra parte nos permitía disfrutar de los paisajes increíbles que en esa zona pone de manifiesto la RP12, alrededor del abandonado Puesto Policial Las Sierra, remedando castillos y palacios multicolores que la imaginación genera.

Estaba bastante despareja la RP12 al atravesar el valle del río Deseado pero llegamos sin problemas hasta Pico Truncado, desde donde hicimos las reservas de alojamiento en Perito Moreno, donde llegamos cerca de las 22:30.

En Perito Moreno estaban también Adriana y Ernesto, que había sufrido una fuerte nevada (¿?) sobre la RN3 después de Garayalde y tuvo que chapalear barro en la RP37 para llegar a Pampa del Castillo, esquivando el siempre peligroso Cañadón Ferrays en esas condiciones.

Cena rápida en el mismo hotel y a dormir para encarar el día siguiente, que empezaba a ser condicionado por acertar donde habría poca nubosidad de los cielos para observar el eclipse.