Después de la ajetreada noche del campamento en Somuncurá, amanecimos como en otra dimensión: una mañana esplendida, sin una sola nube y sin nada de viento, como para que disfrutemos de nuestros últimos de la meseta antes de bajar a Prahaniyeu y de allí dirigirnos a Los Menucos.
La huella después de la tormenta Una tranquera más…Cercano a Prahaniyeu, la RP67 es una verdadera rutaPrahaniyeu
En Los Menucos repusimos combustible y comimos algo mientras nos aturdían los loros que se juntaban a miles en los árboles de la YPF del ACA.
Seguimos por la RN23 con destino final San Antonio Oeste pero teníamos que ver si continuábamos completando la colección de estaciones del Tren Patagónico, de las cuales nos faltan pocas.
Una de ellas es Teniente Maza, para la cual hay que tomar el camino a un emprendimiento minero de bentonita y al cruzar las vías, aparece el viejo apeadero, dónde sólo sobreviven el anden de material, unos contrapisos de alguna pequeña edificación, un aljibe pequeño y un poste del telégrafo. Ni rastros de los carteles.
Teniente Maza recuerda a uno de los oficiales muertos durante la Campaña al Desierto. En planos topográficos del mayor Jacobo Wysoschi, publicados en 1877, figura con su nombre el fortín próximo a Guamini.
Otra más a la bolsa!
No es el Patagónico es Pampa 03Una pasajera buscando la boleteríaUna cámara de algo…ContrapisosAljibeSolitario poste de telégrafoEsperando el tren?No queda otra que volver a tomar Pampa 03…
A la estación Musters alguna vez la había fotografiado desde lejos y siempre tuve ganas de ir a visitarla. Esta vez, pese al calor agobiante y después de revisar prolijamente los alambrados, concluí que no se podría arrimar con la chata y me decidí a ir caminado. Era poco más un kilómetro de puro desierto polvoriento, pero así son las cosas. Esta vez Adriana se quedó a esperarme con el aire acondicionado puesto…
Alguna vez fue un hermoso edificio de ladrillo a la vista, al que lo han vandalizado hasta donde pudieron. No obstante conserva esos sorprendentes detalles constructivos inexplicables en un lugar aislado como éste.
En su momento debe haber sido un buen homenaje a George Chaworth Musters, el viajero ingles que cruzó toda la Patagonia y autor del delicioso libro «Vida entre los Patagones». Hoy, en su estado mucho no lo enaltece.
Musters desde lejosUn poco más cerca, ya se nota que no está el techoLa mampostería de ladrillo a la vista impecable, pese al vandalismoNo se si es una ventana o un cuadro…Solitaria señalLa parte trasera del edificioLas ladrillos parecen recien colocadosPerfecto dintelChimeneaCumbreraMesada y pileta de la cocina
Pajalta era la otra estación que tenía en la mira. Está pasando Valcheta hacia el este, muy cerca de la ruta pero no es fácil de distinguir porque sólo está el andén, algunos restos de escombros y lo que fue su nomenclador pero sin la leyenda. Encima un profundo cañadón separa el terraplén ferroviario de la ruta y dificulta el acceso. No obstante la encontramos y anotamos una más.
Segun Udaondo en su Nomenclador de Estaciones, el nombre se debe a que en la región donde la gramínea denominada paja, que tanto se usa para construcción de ranchos.
El cañadón que separa la ruta del terraplénAndén de PajaltaAndén de PajaltaLo que quedó del cartelAl nombre se lo llevó el vientoUn riel como pata del cartelContento de haberla encontrado
Como ya expresé otra veces, la meseta de Somuncurá me puede y como siempre, después del inevitable sufrimiento que sobreviene a una larga exposición a su influjo que te hace «prometer no volver nunca más», resulta que termino retornando, sucumbiendo a sus insondables misterios una y otra vez. No soy el él único, a mi banda de queridos amigos viajeros les pasa lo mismo (hay algunas excepciones…)
Tal vez deberíamos seguir los consejos de Circe a Ulises y a su tripulación de taparnos los oídos para no escuchar los cantos de la «piedra que canta», a la postre las sirenas de Somuncurá. Pero es difícil tomar esa decisión, en cada visita siempre descubrimos algo nuevo que nos fascina y quedan cosas pendientes que nos hacen volver.
Igual de tanto ir algo aprendimos: la porción debe ser limitada para degustarla y no sufrirla. Somuncurá es como un tarro de dulce de leche de esos que vienen en envase de cartón: si te lo comés a cucharadas sin parar resulta que te empalagás y a continuación te termina haciendo mal, lo que no quita que después de un tiempo, al componerte, reincidís.
Por eso esta vez planeamos un «mordisco» limitado para no forzar las cosas, sobre todo porque era la primera parte de la travesía y no había que desanimarse para el resto del viaje.
La idea era recorrer todo el borde septentrional de la meseta, visitando rincones ocultos entre los «fiordos» que miran al norte, donde pequeñas poblaciones protegidas del incesante viento patagónico se han establecido a la vera de aparentes inocentes arroyitos que bajan de la meseta que permiten que se desarrolle una inesperada vegetación fuera de contexto.
Treneta, Yaminué, Laguna de Mendez, Tambelén, Comico, Liminiyeo y Prahaniyeu estaban en nuestro derrotero después de pasar la noche en el complejo Tunquelén, en Ezequiel Ramos Mexía con el objetivo de recalar a acampar o algo parecido en la estancia Talagapa, al norte de Chubut.
Por supuesto, no todo lo planeado se cumple y también aparecen eventos inesperados que nos hacen recalcular, como ya les describiré.
Mientras desayunábamos en Tunquelén, nos comentan que la huella que une dos de los poblados por encima de uno los dedos de la meseta estaba intransitable y entonces, para no hacer un largo rodeo desandando camino, debimos descartar pasar por Treneta y empezar por Yaminué.
Tunquelén, un buen lugar para parar en la RN23
Paisajes de la linea sur en Tunquelén
Asi fue como conocimos primero el encantador pueblito de Yaminué donde la tranquilidad matinal de un viernes feriado puente no pudo ser alterada por unos pocos forasteros sacando fotos. Apenas se asomó a la ventana alguien del destacamento policial pero al vernos inofensivos ni siquiera se nos acercó. Era como estar en un pueblo desierto pero a su vez lleno de vida.
Yaminué a lo lejos, al pie de Somuncurá
Oasis de Yaminué
Puente sobre el arroyo Yaminué
Desde allí seguimos una huella hacia el oeste que a poco de andar y trepar nos puso encima de la meseta rumbo a la desconocida laguna de Mendez, una inmensa oquedad que debimos atravesar descendiendo hasta su fondo , donde encontramos un espejo de agua seco con un puesto deshabitado de cierta importancia.
Somuncurá puro, cerca de laguna de MendezPinchaduras inevitables en SomuncuráLaguna de Mendez, abajo y a lo lejosLaguna de Mendez, completamente seca en esta época
Puesto en Laguna de Méndez
Puesto en Laguna de Méndez
Tapera en Laguna de Méndez
Tapera en Laguna de Méndez
Boleadoras
Boleadoras
Boleadoras
Vieja botella de aceite
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Allí seguramente por impericia, perdimos la huella y anduvimos sobre una traza muy abandonada que nos sacó del fondo de la laguna hasta que dimos con la huella más transitada que bajando de la meseta nos depositaría en Tambelén y Comico, que ya habíamos visitado en otra expedición de años anteriores.
Huella abandonada buscando la salidaHuella abandonada buscando la salidaBajada abandonada en dirección a TambelénPirca marcando la bajadaBajada abandonada en dirección a TambelénY Elsa se animó a subirla!Comico
No quisimos seguir por la RP66 y acercarnos a Los Menucos para ir a Prahaniyeu haciendo un largo rodeo rutero sino que nos metimos por una huella vecinal que según nuestro relevamiento previo nos sacaría cortando camino a la RP8 cerca del destino, pasando por Liminiyeo. Por supuesto la huella estaba al principio dirigiéndose al puesto cercano Chasicó pero el enlace a Lininiyeo estaba borrado ya que discurría por el cauce de un ramificado curso de agua. Unos puesteros que venían arriando sus ovejas nos dijeron que esa huella estaba en desuso y que tenía unos zanjones profundos que no creían salvables fácilmente pero que si queríamos intentar no tenían inconvenientes. Ya imaginan lo que hicimos.
Zanjón camino a Liminiyeo, hubo que trabajarZanjón camino a Liminiyeo, en arregloZanjón camino a Liminiyeo, Nada nos detuvoParecía que la tranquera a Liminiyeo no nos iba a dejar pasarPero pasamos
Efectivamente se nos cruzó un importante zanjón pero con esfuerzo lo sorteamos y pronto ingresamos a Liminiyeo, que a la postre es un importante casco de estancia.
De allí en más la salida a la RP8 fue sencilla y mientras devorábamos kilómetros, Darío propuso ir a visitar el sitio donde en 2011 cayó el avión con 22 ocupantes del vuelo 5428 de Sol Líneas Aéreas, lo cual nos interesó a todos ya que otras veces no habíamos podido dar con él. Darío conocía cómo llegar y fuimos.
Curiosamente, el cielo que se había mostrado despejado y con sol a lo largo del día, comenzó a nublarse rápidamente y a ponerse muy oscuro, como para darle marco al lugar trágico que visitaríamos.
Santuario que evoca a las víctimas del vuelo Sol 5428Lugar sobrecogedor en el medio de la nadaLa nevada al llegar al lugar del accidenteAllí dejamos nuestros respetos a las víctimas
Al encarar el desvío desde la RP8, se largó a nevar y al llegar al sitio del accidente, donde hoy hay un respetuoso recordatorio de las víctimas, la nevada arreció como dejándonos claro que allí el clima es el que manda. En silencio, sacamos unas fotos y dejamos nuestros respetos en tan sobrecogedor escenario.
Al dejar el lugar curiosamente la nevada se atenuó como si tuviese relación con nuestro asomo al lugar.
Destacó que a unos dos o tres kilómetros del sitio del impacto hay un puesto habitado, no quiero pensar el susto que se habrán pegado quienes vivían alli cuando en el medio dela noche sintieron el tremendo estrépito del impacto, allí en el medio de la nada.
De nuevo en la RP8, no nos tardamos en alcanzar Prahaniyeu donde quedé gratamente sorprendido por el progreso respecto a lo que recordaba de cuando pasé allá por 2006, cuando buscábamos confluencias. Lo mismo me pasó con la RP8, que ahora es una subida decente a la meseta en lugar del pedrero que recordaba.
Entrada a PrahaniyeuPueblito de Prahaniyeu, todo paz
Ya en la meseta, de nuevo el cielo se cerró y comenzó a nevar de menor a mayor, lo que complicaría nuestro campamento en Talagapa puesto que llegaríamos con bastante oscuridad a molestar en la estancia. El espectáculo de la meseta nevada era increíble.
Increíbles paisajes de Somuncurá sobre la RP8
Al cruzar la RP5 que viene de El Caín pensamos que sería una buena idea ir a ver si había algún tipo de alojamiento en el poblado que evitará el campamento (recordaba que en 2015 había visto unas cabañas).
Las cabañas no existían más, ya que se convirtieron en viviendas permanentes del pueblo pero al consultar en la Comisión de Fomento, la Sra Marcela Nacleto, a cargo de la misma, enseguida nos ofreció muy amablemente pasar la noche en el salón de actos de la escuela, con calefacción, internet y baños, un lujo total. Quedamos muy agradecidos por su hospitalidad.
Mientras nos acomodamos en la escuela, el pueblo se vistió completamente de blanco, de algún modo engalanado para nuestra visita. Era la primera nevada del año y nosotros estábamos ahí.
Para cartón lleno nos recomendaron a una señora del pueblo, Mercedes para que nos cocinara algo y tuvimos el agrado de comer una exquisitas milanesas caseras con ensalada rusa mientras fuera nevaba copiosamante y los chicos del pueblo jugaban al fútbol sobre la nieve en la oscuridad.
Luego acomodamos las colchonetas y las bolsas de dormir en el enorme y calentito salón y pasamos cómodamente en forma completamente impensada una noche en El Caín, como si fuera un cinco estrellas.
Nevada en El CaínEl Caín bien nevadoLa escuela donde nos alojamos en El CaínEl Salón de Actos de la escuela, nuestra espaciosa habitación de hotel cinco estrellasTambién nuestro salón comedor
Por la mañana, ya eramos el comentario del pueblo y hasta nos fotografiaron para publicarnos en el sitio Analizando nuestros próximos pasos
Así amaneció el patio de la escuelaEl grupo completo en la calle principal de El CaínMarisa Huentenao, la amable Guardia Ambiental de El CaínEl Caín por la mañana después de la fría nocheFotaza en la despejada mañana de sábado después de la nevada, saliendo de El Caín