Miércoles 31 de mayo de 2023
Una mañana hermosa nos despertó en La Esperanza, lo que nos permitió apreciar el extraordinario entorno de este desconocido rincón patagónico.
Extensas arboledas de álamos plateados denotan que aquí no falta el agua y nos hacen olvidar que estamos en el medio de una zona desértica.
Sin duda es un excelente lugar para una estancia aunque, como en toda la zona, la actividad está muy lejos de su potencial. Cuando le solicité permiso para visitarla, Gabriel, su propietario, me había comentado, que estaba tratando de ponerla en valor, esfuerzo que se nota claramente; de hecho ahora tiene un camino para entrar directamente desde la RP27, que hace unos años no lo tenía.
Agradecimos a Julio, el puestero, su amabilidad para facilitarnos sitio para acampar y partimos hacia el este. En ese momento no sabíamos si íbamos a intentar la huella inconclusa de hace unos años cuando no había camino habilitado o si iríamos a conocer algún otro rincón de la meseta, que aquí pasa a llamarse Sierra Cuadrada.
Encontramos la punta de la huella que habíamos encarado antes desde el oeste y realmente estaba interesante para renegar pero la realidad es que no había mucha onda, porque ya era miércoles y el tiempo empezaba a escasear, sobre todo porque la salida hacia el este por el Guadal Grande después de cruzar la Sierra Mesa era incierta. ¿Y si estaba anegado y había que recular?
En base a esto elegimos visitar el Rincón de Venter, uno de los llamativos «golfos» secos al sur de la Sierra Cuadrada, donde se encuentran las viejas estancias Rincón Venter (Ahora La Mary) y La Constancia.
Apenas ingresamos a este «golfo» nos recibió un guadal seco que se ofreció como una alternativa más corta a la huella que lo contornea rumbo a La Mary.
En el mapita que sigue se pueden ver los huecos de la meseta donde anidan estas estancias y la traza verde muestra el recorrido del día, entre La Esperanza y La Meseta, ya en plena Sierra Mesa.
Al final de camino, llegamos a La Mary, donde nos recibió un joven poblador, una rareza en la zona. Descendiente de los originales pioneros, Eric Venter eligió vivir aquí y continuar la epopeya familiar pese al aislamiento y a lo duro que es vivir en estos remotos parajes.
Según los mapas del IGN, esta estancia se llamó Rincón Venter pero ahora se llama La Mary en honor de su abuela. Es otro espacio increíble del centro de Chubut, en el faldeo de la Sierra Cuadrada.
Nos despedimos de Eric, quien nos invitó a que volvamos cuando queramos (de lo cual tomamos debida nota) y fuimos en busca de la otra estancia que está en el mismo hueco, La Constancia, donde presumíamos que podría haber alguna huella interesante para descubrir para salir del «golfo».
Desandamos el guadal y al tomar la huella que nos conducía a ella, notamos que a medida que avanzábamos su estado se iba degradando, mostrando que al menos en forma reciente, nadie la transitaba. Seguramente, la estancia iba a estar deshabitada pero la curiosidad no se atenuó.
Después de un par de tranqueras bien atadas con alambre, que abrimos y cerramos cuidadosamente, ingresamos en una densa arboleda que nos depositó en unos galpones bien conservados pero desiertos. Otro lugar increíble que sirvió de escenario para un almuerzo mientras curioseamos todas las instalaciones que debieron tener mucha actividad alguna vez.
No pudimos encontrar la huella que habíamos imaginado y sin tener a quien preguntar, nos rendimos. Satisfechos de haber relevado también este remoto rincón, desandamos el camino de entrada para salir hacia el sur, bordear la laguna Colorada y subir a las estribaciones de la Sierra Mesa para recalar en nuestra conocida estancia abandonada La Meseta, donde estimábamos acamparíamos.
La laguna Colorada, en esta época es en realidad multicolor; alterna su fondo rojo, arcilloso, con pastos amarillos y una matas verdes inexplicables, atento a su actual sequedad.
La nueva huella de subida a la estancia La Meseta, estaba marcada y discurre por el cauce de un arroyo temporario que se cruza mil veces aunque obviamente estaba completamente abandonada y nos hizo renegar un poco.
Finalmente llegamos al establecimiento abandonado y aunque todavía había luz diurna para seguir, decidimos acampar. Un corral nos ofreció refugio y armamos las carpas dentro de él para guarecernos del frío y del viento. Además tendríamos un buen lugar para prender fuego y cocinar algo rico.
Casi nada había cambiado desde que estuvimos aquí unos años atrás; todo estaba en su mismo lugar excepto el dique de tierra, que se había derrumbado parcialmente. Signos que nadie se asoma por aquí, excepto los Canqueleros.
Mañana será el último día en la zona, con más descubrimientos